martes, 3 de septiembre de 2019

El Amor en el Oriente: De Khalil Gibran a Osho


                                               Renato Alejandro Huerta
                                           Magíster en Filosofía y en Programación Neurolingüística
                                      Integrante de Red Maestros de Maestros. Experto 2.
El amor, según Khalil Gibran

Gibran fue el poeta árabe de más amplia influencia en el Occidente del siglo XX, pero más allá de sus méritos literarios nos interesa destacar en este autor el valioso fondo de pensamiento místico que anima toda su obra. Khalil Gibran nació el año 1883, en Becharre, al norte del Líbano, en una familia de antigua raíz cristiana. Estudió pintura en París durante dos períodos: primero desde 1901 hasta 1903, y luego entre 1908 -año en que publicó su obra Espíritus Rebeldes-y 1910. A partir de este año se establece definitivamente en Nueva York, dedicándose a la pintura y a expresar a través de la literatura su pensamiento místico. Fallece en la señalada ciudad estadounidense en 1931, a los 48 años de edad. Sus obras fundamentales son: Alas Rotas, Una Lágrima y una Sonrisa, El Loco, El Profeta, Arena y Espuma, Jesús el Hijo del Hombre y Los Dioses de la Tierra.
Uno de los aspectos biográficos que hay que tener presente para comprender la actitud de Gibran en sus escritos es el hecho de que su vida fue una lucha constante contra la injusticia y el dogmatismo reinante en su tiempo. En esta situación, Gibran se siente un profeta capaz de defender los valores de la libertad espiritual de sus hermanos víctimas de leyes opresoras. Sin embargo, su rebeldía no es meramente de inspiración social sino esencialmente espiritual en la medida que responde a lo que el profeta percibe como la llamada mística del amor. Porque para Gibran el amor no es un arte que se adquiere por medio de la práctica sino una misteriosa llamada divina. Y en relación con el amor de pareja tampoco enseña que éste pueda surgir del paciente compañerismo y del cortejo tenaz, porque el verdadero amor es para él una armonía espiritual que si no se despierta en un momento, no podrá crearse hasta en muchas generaciones. Así, para el poeta árabe el verdadero origen del amor reside en una voluntad superior que trasciende infinitamente lo humano y que lo dirige. De este modo, un amante sería sólo un dócil juguete en manos del amor. Y si nos resistimos a su guía no podemos esperar más que frustración y agonía. Pero el amor es sabio, porque no sólo procede de la divinidad sino que es divino en sí mismo y por ello cuando alguien ama no debe decir: “Dios está en mi corazón”, sino “yo estoy en el corazón de Dios”[1]. Así, podemos comprender que para Gibran el amor sea un precioso regalo que Dios envía sólo a las almas despiertas a la honda voz de su propio corazón interior. Y este amor sagrado e irresistible no sólo alcanza su plenitud en la relación del alma humana con Dios sino también, aunque no habitualmente, en la relación entre humanos. Por ello, Gibran puede llegar a pensar que cuando un hombre y una mujer se unen en el amor, ambos tocan el corazón de la eternidad. El amor es un fuego espiritual que se consume, pero a la vez se nutre a sí mismo. Y este fuego, si es real, no es un calor fugaz como el de la pasión sino vigoroso y constante como las realidades espirituales. En sí mismo el amor es autosuficiente, porque encuentra su plenitud sólo en él mismo. El amor no es un intercambio que desemboca en encuentros luminosos y a la vez en oscuras separaciones entre los amantes, pues en el verdadero amor no puede existir el conflicto, porque es una armonía espiritual. Sin embargo, en una idea que parece ser contradictoria con la idea del amor como armonía, Gibran enseña que el amor también posee una cara dolorosa cuando se asocia con el deseo y con el exceso de ternura: “Pero si amáis e inevitablemente surgen deseos, dejad que éstos sean vuestros, para fluir y ser como el arroyuelo que canta su melodía en la noche, para conocer el dolor de la excesiva ternura.”[2]
Más allá de esto, el amor en su pureza original es éxtasis. Y al decir del poeta, es la única flor que crece y florece sin la ayuda de las estaciones, pues es incondicionada, libre. El amor en el ser humano hace que éste se colme de generosidad y se libere de los celos, convirtiendo su vida en un ensueño pleno de dicha. Porque el amor es como la muerte que todo lo transforma, excepto a sí misma.
Y paradójicamente el amor es también el corazón de la vida, en la medida en que existe en perpetua renovación de sí mismo. Y sólo conocemos su hondura hasta que llega la hora de la separación del ser amado.
Sólo con los ojos del amor somos capaces de percibir la belleza y la dignidad de la vida por doquier; mientras en la oscuridad del desamor todo nos parece insoportablemente feo u horrible.
En síntesis, si bien el pensamiento místico-poético de Gibran clausura la posibilidad de encontrar en su concepción del amor una idea precisa de éste, la meditación en sus obras nos permite acceder al menos a una serie de ideas verdaderas sobre el amor. Así, tenemos: el amor como una “afinidad espiritual” que “se crea en un momento” y que viene del cielo sin nuestro consentimiento, llegando a nosotros “por orden de Dios”, asumiendo de este modo nuestra vida.
Sin embargo, en su concepción hay también errores, porque si bien reconoce que el amor es felicidad, éxtasis, también señala que va unido al dolor e incluso a la crueldad como cuando nos llama a ser heridos, lastimados, y castigados por la propia comprensión del amor para luego “sangrar plena y regocijadamente” [3]. Tampoco, Gibran nos entrega una comprensión suficientemente clara de la relación entre la belleza y el amor limitándose sólo a darnos a entender que aquélla depende de nuestro ánimo interior, comparándola, además, con una verdad abierta “a la que sólo podemos comprender por medio del amor y tocar por medio de la virtud”.
 El Amor, según Osho
Osho Rajneesh está considerado como uno de los místicos de la India más originales y de más vasta influencia en la segunda mitad del siglo XX. Actualmente sus discursos en forma de libros, traducidos a treinta idiomas, inundan el mundo occidental. Rajneesh, quien se hizo llamar Osho en la fase final de su vida, nació en Kuchwada, Madhya Pradesh (India) en 1931.Osho, a pesar de que creció en un hogar profundamente religioso, nunca fue espiritual en el sentido usual del término sino más bien un rebelde frente a todas las tradiciones religiosas y sociales que ponen obstáculos a la libertad del ser humano. Se graduó en Filosofía y durante nueve años fue profesor de esta disciplina en la Universidad de Jabalpur. Nunca se consideró un pensador sino un poeta místico, aunque se sintió altamente identificado con Sócrates. Después de su labor académica viajó por toda la India dando conferencias, desafiando a debates públicos a los líderes religiosos ortodoxos así como cuestionando la verdad de las creencias tradicionales. Osho siempre estableció expresamente la diferencia entre su trabajo y la literatura o la comunicación verbal, que le parecían absolutamente insuficientes para su objetivo de provocar cambios en la conciencia humana. Osho falleció en 1990 luego de legar al mundo más de seiscientos discursos sobre la búsqueda y la realización espirituales.
Según Osho el amor es en un sentido radical una necesidad de unión con el Todo cósmico y esto supone que existimos separados de nuestra fuente. La separación de nuestro origen es debida a que nos identificamos con nuestro ego y éste es una falsa individualidad, pues existe desenraizada de la unidad cósmica. Y la actitud de quien se identifica con el ego es siempre exigir algo, de modo que sólo puede contentarse cuando puede obtener una recompensa. Mientras, que quien actúa inspirado por el amor es siempre pleno cuando puede entregar o compartir algo.
Osho analiza el lugar que ocupa el amor en la vida humana, pero de paso se ocupa de ir aclarando lo que él considera confusiones existenciales. La primera es la confusión de sexo con amor como si estuviesen en el mismo nivel o hubiese una implicación interna entre ellos. Y la verdad es que para Osho el sexo es sólo el flujo natural y biológico de la energía vital, en cambio, el amor es un flujo de energía espiritual. El sexo está en la periferia de nuestro ser, mientras el amor habita en el centro. En la evolución del ser, el sexo es sólo un primer peldaño que puede conducir al amor con la condición de que se lo realice en forma consciente: “El verdadero amor no es un preámbulo. Es una fragancia. No lo encuentras antes del sexo, sino después. No es un prólogo: es un epílogo. Si has experimentado el sexo y sientes compasión por el otro, surgirá el amor. Y si meditas, te sentirás compasivo. Si meditas durante el acto sexual, tu compañero no será solamente un instrumento para tu placer físico. Te sentirás agradecido, porque ambos han llegado a una profunda meditación” .Según Osho cuando el sexo deja de ser mecánico y se convierte en meditativo podemos llegar a percibir la presencia de la fragancia del amor que subsiste detrás de él. Y por este camino de comprensión este maestro místico llega a definir el amor como una combinación de gratitud, amistad y compasión. Así como el sexo implica un encuentro físico, un encuentro corporal, el amor consiste en un encuentro de las almas, un encuentro espiritual entre dos personas. Para Osho, además, el amor no es el fin de la evolución espiritual, pues la oración está sobre él, porque ya no es un encuentro entre personas limitadas sino la unión de nuestra individualidad con el todo, con el otro transpersonal.
El amor es, por tanto, un producto de una conciencia meditativa que nos conecta con nuestra armonía interior. Según Osho el amor nunca es exclusivo, porque si amamos verdaderamente, entramos en un estado en que abrimos el alma a la totalidad de la existencia y no a un ser particular. Así, el amor viene a ser una forma de vida y no una mera atracción que está destinada, con el transcurso del tiempo, a convertirse en repulsión producida por el aburrimiento o el hastío. El verdadero amor sólo puede existir como un estado conciencia que está más allá de la atracción y la repulsión, las que son propias de la pasión. Y es esta pasión la que ha sido confundida con el amor, vale decir, nuestra cultura habita en una comprensión errónea del amor: “Lo que llamamos amor es sólo apasionamiento. Comienzas a amar a alguien. Si ese alguien llega a ser totalmente tuyo, el amor pronto morirá; pero si se presentan obstáculos, si no puedes tener a la persona que amas, el amor se hará más intenso. Mientras más obstáculos existan, más intensamente será experimentado el amor. Si el ser amado es inaccesible, el amor se vuelve eterno; pero si puedes alcanzar fácilmente a tu ser amado, el amor morirá con igual facilidad.” Este seudo amor en que ha reposado la humanidad a lo largo de su historia no pasa de ser, sin duda, una tensión o conflicto del ego. Es por ello que Osho nos sugiere un camino hacia el verdadero amor de cuatro pasos que desemboca en la anulación del ego. El primer paso es estar aquí y ahora, porque el amor no es posible en el pasado sino sólo en el "aquí-ahora". El segundo paso es transformar nuestras emociones negativas en afirmativas mediante la alquimia de la meditación. El tercer paso es compartir la totalidad de nuestra vida, ya sea sus aspectos luminosos y bellos, como nuestros pasos en falso. Y el cuarto paso consiste en vaciar la copa del ser, desarraigando el ego, dejando fuera, por tanto, toda su formidable red de preferencias, propósitos, intereses y vínculos egoístas para que el río del amor fluya, pues el amor sólo fluye en alguien cuya conciencia habita en una percepción esencial de la vida sin formación de ideas o imágenes perturbadoras.
Según Osho lo paradojal es que quienes se sienten constantemente “enamorados” no están en posesión del amor, por eso no son más capaces que del eco y de las sombras de la pasión. Y por no tener amor, no pueden entregarlo. Y Osho agrega que una persona inmadura sólo se enamora de otra persona inmadura, puesto que sólo ellas están en condiciones de comprender su lenguaje. Por otro lado, únicamente una persona madura ama a una persona madura. Es por ello que para Osho el secreto del amor reside en madurar primero, sólo entonces encontraremos una pareja madura; mientras que la gente inmadura nada nos inspirará. La paradoja final acontece cuando dos personas maduras se enamoran, pues como es natural permanecen juntas y comparten, sin embargo, están, de algún modo, solos, pero a la vez, tan unidos que casi son uno. Pero su unión no anula su individualidad; al contrario, les da mayor esplendor, porque les hace ser más ellos mismos. Así, podemos comprender que las parejas maduras enamoradas se ayuden mutuamente a ser más libres.
El mensaje final de Osho es que el verdadero alimento del alma, su anhelo eterno es precisamente el amor, y sin él el instrumento musical del corazón humano no puede interpretar la melodía de su realización espiritual.
En síntesis, Osho Rajneesh nos presenta una concepción espiritualmente válida del sentimiento del amor, sin embargo, quien quiera buscar en él una perspectiva sistemática o más argumentada sobre dicha realidad no la encontrá. Osho nos entrega bellas intuiciones poéticas, psicología espiritual práctica, pero no un horizonte de comprensión global sobre el amor para poder contemplarle en su verdadera naturaleza.




[1] Khalil Gibran, El Profeta, en Obras Completas, V.II, Ed. Bibliográfica Internacional S.A., Barcelona, 1997, pág. 374.
[2] Idem.,pág.375.




[3] Idem

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