Por Renato Alejandro Huerta.
Magister en Filosofía, egresado de Doctorado en Psicología.Autor de los libros
"Metafísica de la Evolución Espiritual", "Sabiduría del
Amor", y "Sabiduría Perenne y Conciencia Transpersonal" y "Salir de la Caverna".
Naces como todo amor,
de la perpetua atracción hacia la
belleza,
manifestándote en el crisol de la
infancia
como ansia de apego a los mil
cuerpos hermosos
a tu mirada visceral.
Evolucionas en el navío luminoso de
la educación
encauzándote al puerto de las
acciones bellas
y desembocando en el océano eterno
de lo Bello en sí.
Pero sólo eres un amor abstracto,
capaz de unir mentes,
mas no la totalidad del ser.
Ni aun Sócrates pudo florecer
a través de tu desértico camino de
ideas.
Y aunque en tu revelación más alta
te unes al sereno destello de la
razón
naufragas en concedernos la virtud
unitiva
que nos fusiona plenarios
con la Belleza infinita
del amado Divino.
"Amor Platónico" del libro
"Amor de Navegante"
Platón está considerado -junto con
Aristóteles- el mayor filósofo nacido en Grecia (427-347 A.C.). Su familia
pertenecía a la aristocracia ateniense. Su madre descendía de Solón, uno de los
siete sabios de Grecia; y su padre era descendiente del legendario rey Codro,
considerado, también, un descendiente de Neptuno. Platón posiblemente fue
alumno de Cratilo, a su vez, discípulo de Heráclito. Sin embargo, el evento más
importante de su formación es el encuentro con aquel que será su verdadero
maestro: Sócrates, al cual permanecerá vitalmente vinculado, hasta la muerte de
éste.
Platón nos dejó toda su filosofía en
diálogos, la mayoría de los cuales tienen como protagonista a Sócrates, aunque
sólo los primeros reflejan el pensamiento socrático. Hay en ellos un filosofar
-justamente- al estilo de Sócrates, es decir, un pensar en compañía de otros,
una averiguación continua y un sistema abierto de pensamiento.
Los diálogos escritos entre el
399-389 llamados "socráticos de juventud" - Apología de Sócrates,
Critón, Laques, Cármides, Lisis, Eutifrón- no tratan el concepto de amor,
excepto el Lisis que intenta aproximarse a él y en lo medular definir la amistad.
Es sólo en los diálogos de madurez (385-370) en donde encontramos una
explicación suficientemente elaborada sobre el amor. Más precisamente en los
diálogos Banquete y Fedro. El primero de éstos desarrolla una filosofía del
amor y de las ideas, mientras el segundo aborda no sólo el amor, sino también
los temas de la belleza y el alma. Éste capítulo, por tanto, sintetiza la
sabiduría platónica del amor extraída de esas obras.
En Platón hay dos términos que
guardan relación con la esfera del amor. El primero es "filía" que
designa el amor en un sentido amplio, el cual incluye el amor de padre e hijos,
la amistad e incluso el amor sexual. El segundo vocablo es "eros" que
designa más precisamente el amor sexual.
EL AMOR EN EL DIÁLOGO LISIS
El primer intento de definición del
amor en las obras platónicas se encuentra en el Lisis. En este texto, en
términos generales el amor es "desear que la persona amada sea lo más
feliz posible", nos dice el personaje Sócrates, dirigiéndose al joven
Lisis, a quien estimula a reflexionar en su situación social en el marco de los
límites de su casa. Y Sócrates prosigue su explicación señalando que los padres
del joven le aman, por consiguiente desean su felicidad, sin embargo, no le
entregan una libertad absoluta -ya que debe obedecer al esclavo de la casa y al
maestro en la escuela- pues no posee aún un conocimiento suficiente de las
cosas. Esto significa que se le permite hacer todo aquello de lo cual tiene un
conocimiento adecuado. Y así se desprende que es el conocimiento y no la edad
lo importante. Otra consecuencia es que todos confiarán en nosotros si es que
se dan cuenta que poseemos el conocimiento para saber hacer. La gente nos
estimará en la medida en que seamos útiles. Sócrates señala, al final, que si
queremos ser amados, tenemos que adquirir la sabiduría, la que no debe
entenderse como un conocimiento teórico, sino práctico. El punto de vista
utilitarista de Sócrates es innegable aquí. El diálogo prosigue con la búsqueda
-al estilo de Sócrates- de la definición del término "amigo". Pero el
vocablo es equívoco, pues puede ser utilizado tanto para designar a la persona
que quiere como para designar a la persona querida. Para clarificar esto,
Sócrates pregunta: ¿quién es el amigo, el que ama o el que es amado? El interlocutor
de Sócrates responde que aquí no hay diferencia, sin embargo, es claro que la
hay, pues el amor no siempre es correspondido y puede suceder que alguien ame a
quien le odia. En todo caso, no hay claridad al respecto y, por tanto, Sócrates
plantea las cosas de otra manera. Se analiza, a continuación, el adagio que
dice que "lo semejante es amigo de lo semejante". Según esto los
buenos serán amigos de los buenos, y los malos, de los malos. Sin embargo, si
aceptamos el concepto platónico de que la maldad significa ignorancia y
discordia, los malos no pueden ser amigos de nadie, pues nunca mantienen una
semejanza con nada, ni siquiera consigo mismos. Es decir, el adagio sólo es
válido para los buenos o armoniosos. Pero a partir de esto llegamos a una
conclusión inesperada: alguien completamente bueno y autosuficiente no necesita
de nadie que le ayude a serlo. Asimismo, si la amistad se fundamenta en la
necesidad, una persona absolutamente buena no la podría sentir. Tampoco,
tendría sentido la amistad entre dos personas completamente buenas, pues no
necesitan de nadie.
Desde otra perspectiva, si se acepta
que la amistad o el amor tienen su origen en la necesidad, es natural que los
débiles sean amigos y amantes de los fuertes, los pobres de los ricos, los
ignorantes de los sabios, etc. Así, vemos que el amor se da aquí entre
contrarios, pero este punto de vista, si lo vemos bien, nos conduce a algunos
absurdos: porque en este caso serán amigos buenos y malos, valientes y
cobardes, justos e injustos, castos y lujuriosos.
Así, llegamos a una tercera
perspectiva en que lo que no es ni bueno ni malo será el amigo o amante de lo
bueno o de lo bello que en este contexto son idénticos. Más explícitamente,
aquello que no es ni bueno ni malo ama lo bueno, porque el mal está latente en
él. Por ejemplo, el cuerpo ama la salud en razón de la presencia de la
enfermedad. Asimismo, el amante de la sabiduría ama a ésta, porque no es
absolutamente sabio ni tampoco tan ignorante como para no darse cuenta de su
propia ignorancia. Con esto concluye en el Lisis la búsqueda, en sentido
estricto, de un concepto del amor que, evidentemente, en este diálogo no se
logra.
EL AMOR EN EL DIÁLOGO EL BANQUETE
El Banquete es el diálogo más
importante de Platón en torno al concepto del amor. Sus escenas se desenvuelven
justamente en un banquete que se desarrolla en casa de Agatón para celebrar el
éxito de una de sus tragedias. Los comensales han acordado dedicar su reunión,
en parte, a realizar discursos sobre el dios Eros, el cual no habría recibido
jamás un elogio consistente por parte de poetas y sofistas. El texto se
transforma así en una serie de discursos sobre el amor que van desde lo más
superficial a lo más profundo, destacándose el discurso final de Sócrates que
nos entrega el pensamiento de Platón al respecto.
El primer discurso es el de Fedro
quien señala que Eros, el dios del amor, es la divinidad más antigua. Eros,
según él, hace que los hombres sientan vergüenza y ambición, además, que el
influjo de éste en los hombres es mayor que cualquier otro sentimiento, ya que
su poder impulsa a grandes acciones, como cuando el amante muere por su amado.
En su presencia los amantes se abstienen necesariamente de toda vileza y
cobardía. En suma, Eros es una fuerza inspiradora de acciones elevadas.
El segundo discurso corresponde a
Pausanias, quien distingue entre dos tipos de Eros, cada uno de los cuales
sigue a una Afrodita distinta: Afrodita Pandemos y Afrodita Celestial. El Eros
de Afrodita Pandemos, es el de aquellos hombres que aman lo corporal y que
buscan lograr sus fines sin interesarse en el proceso. El Eros de Afrodita
Celestial es propio de hombres que buscan la perfección moral. Quien está bajo
el influjo de este Eros, busca una relación permanente para la educación física
y la filosofía así como educar a su amado en la sabiduría y el valor.
Esta distinción entre los dos Eros
demuestra que este discurso está pronunciado con un discernimiento más profundo
y con una conciencia más elevada que la del primer discurso.
El tercer discurso es del médico
Erixímaco quien -aceptando la distinción de Pausanias- sostiene que no sólo los
hombres poseen un doble Eros, sino todas las cosas. Basándose en la medicina,
Erixímaco señala que los cuerpos poseen este doble Eros o deseo y que es justo
consentir a los buenos deseos que se identifican con el amor denominado
celeste. Según Erixímaco es labor del profesional médico saber cuáles son
dichos buenos deseos. Asimismo, para otorgar un mejor orden a las cosas -desde
lo humano y lo divino hasta las estaciones y los climas- debemos estimular los
deseos que nos conducen a la piedad y a la justicia. Doquiera que hay armonía y
ritmo cabe hablar de la presencia del amor. Tal es -grosso modo- la
interpretación que Erixímaco hace de Eros. En ella el significado de Eros
resulta ampliado al identificárselo con una fuerza universal de la naturaleza.
Ciertamente el discurso de Erixímaco es más profundo que los anteriores, aunque
peque de algún grado de arrogancia profesional.
El discurso siguiente desarrolla una
fantástica concepción antropológica y le pertenece a Aristófanes. Éste nos dice
que, primitivamente, existían tres tipos de seres humanos, los cuales tenían
sus órganos duplicados. Unos eran machos; otros, hembras y, finalmente estaban
los andróginos. Estos seres primitivos habrían conspirado contra los dioses , y
puesto que Zeus no podía destruir la raza humana, dado que ésta era la que
adoraba a los dioses, partió en dos a los seres primitivos en castigo por su
conspiración. Desde entonces los seres humanos buscan su otra mitad. Cada mitad
de un hombre y mujer primitivos se entregan a la homosexualidad en busca de su
otra mitad, en tanto que, la mitad del andrógino se entrega a la
heterosexualidad en busca de su otra mitad.
Aristófanes en su discurso describe
al Eros como un deseo apasionado por algo que es afín a nuestra naturaleza y la
complementa. Ciertamente aquí Aristófanes confunde amor con instinto sexual.
Sitúa en un mismo nivel el amor homosexual y el amor heterosexual, lo cual,
desde la perspectiva de la evolución espiritual es un error. Hay que mencionar,
además, que este discurso ha pasado erróneamente como un pensamiento propio de
Platón sobre el eros, más aún, autores del campo de la literatura esotérica
comercial han hecho del cuento de los andróginos el origen del mito de las
almas gemelas, tema que Platón nunca abordó en sus obras, ya que lo que
intentaba el filósofo era precisamente destruir supersticiones respecto al
amor.
El próximo discurso es de Agatón,
quien critica a los demás por no haber descrito, según él, la verdadera
naturaleza del Eros. Su discurso utiliza bellas palabras, pero sin mucho
control del significado de ellas. Para él Eros posee un sinfín de virtudes
tales como la belleza, la ternura, la juventud, el valor, la moderación, la
sabiduría y la justicia. Agrega, además, que Eros es el más grande de los
poetas, porque es quien inspira la poesía. El Amor habitaría en las almas de
los hombres, siendo ajeno a toda violencia y derramando todas las bendiciones.
En síntesis, podemos decir que
Agatón piensa que el Eros está siempre ocupado de la belleza y vive en las
almas de los hombres, lo cual, no es poco decir. Sócrates, además, intentará
fundamentar lo dicho por Agatón en el discurso que sigue.
El discurso del personaje Sócrates
puede ser considerado como el verdadero pensamiento de Platón acerca de la
naturaleza del amor. ¿Cuál es su afirmación fundamental? La afirmación
fundamental es que el amor es una forma de necesidad que tiene una meta y su
relación con esta meta es de deseo, de exigencia. El amor anhela siempre lo
bello y lo bueno y, por tanto, no es ninguno de éstos sino algo intermedio
entre lo bello y lo bueno. Tampoco el amor puede ser considerado un dios,
porque si fuera un dios no amaría, puesto que en un ser perfecto es imposible
que haya anhelo, deseo o pasión. Por lo mismo, el Amor es un ser entre mortal e
inmortal, es decir, un espíritu o daimon. Y al ser un ser intermedio él es
quien completa y mantiene conectado a todas las cosas. Platón aclara: "Un
dios no puede mezclarse con el hombre, pero a través de Eros se lleva a cabo
toda relación y diálogo de los dioses con los hombres, despiertos o en
ensueño." (202e)
Más precisamente Eros tiene por
padre a Poros (Riqueza) y por madre a Penía (Pobreza). Del primero heredó su
tendencia a acaparar lo bueno y lo bello, su valentía, su atractivo y poder, su
astucia, su anhelo de sabiduría. De la segunda, su falta de bienes, su rudeza,
su indigencia. Así, resulta que Eros es filósofo, porque no es ignorante ni
tampoco sabio. Pero no sólo esto sino también la belleza, porque la meta real
del amor es la belleza, la cual , según Platón no es diferente del bien. Esto
significa que el amor busca la felicidad, es decir, la posesión del bien, al
cual tiende todo el género humano. Asimismo, Eros busca la creación en la
belleza, tanto en el cuerpo como en el alma. Platón nos lo aclara: ¿Por qué
amor de creación? Dar nacimiento a algo es ser tan duradero e inmortal como un
mortal puede serlo. Estamos de acuerdo, pues, en que Eros ha de desear la
inmortalidad juntamente con lo bueno, si es que desea poseer el bien para
siempre. La inmortalidad es, pues, el objeto de Eros (206e).
Para Platón cualquier tendencia a la
creación es la búsqueda de la inmortalidad de lo creado. Así, aquellos hombres
que son fecundos en el cuerpo son amantes de las mujeres y buscan su
inmortalidad en sus hijos. Pero aquellos hombres que son fecundos en el alma, anhelan
dar a luz sabiduría y otras formas más elevadas. Ellos son los poetas y los
inventores. Un tipo de hombre aún superior en sabiduría manifestará ésta en la
administración del estado. Es el legislador. Él se prenda de la belleza del
alma masculina, pues es este tipo de belleza la que se asocia con lo masculino.
Además, busca y se esfuerza por conducirla a su máxima perfección. Aquí hay más
filía o amistad que Eros, siendo una relación mucho más estable en la medida
que esta unión tiene su razón de ser en un fruto más bello e inmortal.
Según el filósofo griego existe una
vía ascendente para conocer el verdadero amor, para llegar a la contemplación
de lo bello en sí. Se trata de un ascenso erótico que contempla los siguientes
grados:
1. El amor a la belleza corporal que
posee dos momentos: el amor a un cuerpo bello determinado y el amor a la
belleza corpórea en general.
2. El amor a la belleza de las
almas, es decir, a la belleza moral que se manifiesta en los quehaceres y en
las reglas de conducta de los hombres.
3. El amor a los conocimientos, el
cual trasciende la servidumbre de los seres concretos.
4. El amor a lo bello en sí, el cual
es el nivel supremo de amor y que se nos revela de súbito, cuando hemos
recorrido correctamente los senderos anteriores en todas sus etapas. Esta meta
del amor es la Idea misma de lo bello en todo su esplendor. Ella es eterna,
increada, imperecedera, estable, porque es eternamente idéntica a sí misma. De
esta Belleza en sí ,además, participan todas las cosas bellas.
El AMOR EN EL DIÁLOGO EL FEDRO
La otra exposición importante acerca
del amor, Platón la realiza en el diálogo el Fedro. Si bien se trata de una
exposición de otro carácter sobre el amor, los planteamientos fundamentales de
ambos diálogos coinciden, aunque sus líneas de desenvolvimiento varían
bastante. Todo comienza con una discusión basada en un discurso de Lisias sobre
el tema de si es mejor para un joven otorgar sus favores a una persona que no
le ama antes que a una persona que sí le ame. Lisias señala que los amantes
actúan bajo impulsos que están encadenados por la pasión que les produce
remordimientos y que se presenta en ellos como enfermedad. Además, éstos se
jactan de sus conquistas y luego las abandonan, son celosos de cualquier
compañía y sólo orientan su amor a la flor fugaz de la juventud. En cambio, los
que no están impulsados por el amor, entregan una amistad duradera e
independiente de lo sexual, porque buscan la compañía sin poner la mirada en el
placer inmediato y efímero. Su afecto no surge de una pasión, sino de la
búsqueda de un propósito común.
Este discurso si bien tiene el
mérito del equilibrio, de la prudencia es desorientador en la medida en que
confunde realidades muy distintas al no haber definido su autor los términos
que emplea. El amor (eros), sin duda, no es la amistad (filía),pero el uno no
niega el otro, puesto que son dos manifestaciones válidas de la naturaleza.
El discurso siguiente de Sócrates
intentará justamente aportar precisión conceptual al debate. Sócrates comienza
haciendo una diligente definición del amor que nos dice que éste es deseo, pero
incluso aquellos que no tienen Eros -según el sentido atribuido antes por
Lisias- anhelan lo bello. ¿Sobre la base de qué podremos diferenciarlos? Sobre
la base de dos principios rectores que Platón afirma que existen en nosotros.
El primero es un deseo innato de placer y el segundo una capacidad de juicio
desarrollada tendiente a lo óptimo. Sucede que a veces tales principios
coinciden y otras veces discrepan, en una lucha permanente por la supremacía.
Cuando prevalece el juicio, hay en nosotros autodominio, moderación; cuando,
prevalece el deseo éste nos arrastra al exceso (hybris) y actuamos en contra de
nuestro juicio. Ahora bien, en relación con el placer que proporcionan los
cuerpos bellos, para Sócrates el exceso es el Eros. Tal Eros es, según el
filósofo, una pasión física desenfrenada, algo brutal y contrario a la razón.
Esta forma de amor es mala para el alma del amado, porque el amante fijándose
sólo en su placer propio perjudica el alma del amado al mantener a éste en un
estado de dependencia, de inferioridad y al impedirle, además, salir de la
ignorancia.
Se trata de un Eros que tiene por
objetivo el placer antes que el bien, el cual no sólo es malo para el alma del
amado sino también para su cuerpo en la medida en que el amante, poseído por el
Eros egoísta, hace de su amado una persona físicamente débil al obligarlo a
vivir encerrado en casa, privándolo con ello de dar salud a su cuerpo. Todo
esto hace que sea inmensamente más sensato que el amado favorezca al no poseído
por el Eros, de lo contrario se expone a un afecto que es como el del lobo por
la oveja. Tal es la acusación de Sócrates contra el Eros.
Sin embargo, tal Eros no es el
verdadero. Más aún, Sócrates considera que él ha blasfemado contra el dios del
amor y debe pagar con una retractación -denominada palinodia en el mundo
griego-, porque no debía haber dado el nombre de Eros a una locura erótica,
totalmente corporal, absurdamente posesiva y egoísta. ¿En qué consiste esta
palinodia? Se trata del mito platónico del viaje del alma que arrojará luz no
sólo sobre la verdadera naturaleza del Eros, sino también sobre el alma y las
ideas eternas, principios indispensables para comprender la naturaleza del Amor.
Según enseña Sócrates el amor es primordialmente una especie de locura -manía-
que proviene de los dioses, vale decir, divina. Es una manía porque es una
emoción irracional, aunque alcanza su más alta expresión sólo cuando se une a
las claridades de la razón, por ejemplo, en el amor filosófico de la verdad y
de la belleza. Más aún, el Eros es el origen psicológico de la búsqueda del
filósofo, puesto que el punto de partida del movimiento y la fuente principal
de la acción residen en el alma.
Platón representa aquí míticamente
el alma como un auriga que dirige un carro alado, formado por dos caballos, uno
dócil y el otro obstinado. Cuando acaece la muerte, el alma se eleva hasta el
borde del firmamento y contempla las Ideas eternas que están por encima. Sin
embargo, el hacinamiento de las almas le hace perder sus alas precipitándose
otra vez a la tierra. Esta alma que ha visto las Ideas con máxima claridad se
convierte en filósofa o en amante de la belleza, en un ser inspirado, pero no
con la inspiración del artista -que está en un nivel más bajo-, sino con la
inspiración del hombre culto, del sapiente en el arte de la vida.
Desde la perspectiva platónica,
cuando en la vida captamos visualmente el brillante esplendor de la belleza,
rememoramos la Idea de la Belleza que vimos con los ojos de alma en el mundo
celeste; sin embargo, no podemos hacer la misma percepción de la sabiduría ni
de otras realidades dignas de nuestro amor. Sólo la belleza se muestra
refulgente en la medida en que es captada por la vista que, según Platón, es el
más agudo de nuestros sentidos y por esto mismo es la más amada por todos.
Ahora bien, aquel que no está recién
iniciado o bien ha sido corrompido no puede dirigirse desde la belleza sensible
a la inteligible. Su mirada queda atrapada por aquella forma imperfecta de
belleza, entregándose al placer. Pero el recién iniciado que ha contemplado
ampliamente las cosas del mundo superior, al ver un rostro divino, una bella
imitación de la Belleza o un cuerpo de hermoso aspecto trata de venerarlo como
un dios. Luego de esto vuelven a salirle alas en todo el territorio de su alma,
retornando a ese estado anterior en que poseía alas en su totalidad. Entonces,
el alma halla descanso en la contemplación del amado, recogiendo el dulce
placer de ese momento de unión. El iniciado ya no querrá separarse de su amado
porque para él éste es su tesoro más precioso, una maravilla que le hace
olvidar todo hasta el punto de estar dispuesto a convertirse en esclavo con tal
que se le deje junto a su amado. Y este es el estado que los hombres llaman
amor, nos dice Platón .
Seguidamente, Sócrates nos describe
el efecto de Eros sobre el alma en otro aspecto, haciendo uso nuevamente de la
parábola del alma como cochero y de los dos caballos. Ocurre ahora que el
caballo negro brinca hacia el amado obstinadamente y no obedece a las órdenes
del cochero, saltando hacia el amado. Sin embargo, al final es amansado.
Entonces, el alma del amante, puede acercarse con seguridad al amado y éste
puede dejarse venerar por un amante sincero, al cual, finalmente acepta
entregándole su amistad. Transcurrido el tiempo las cosas cambian, Platón nos
precisa: " Y una vez que lo ha recibido en su trato , la benevolencia del
amante , que ahora ve de cerca, llena de admiración al amado que comprende que,
ni aun todos los demás juntos, amigos y parientes, le ofrecen una pequeña parte
de la amistad que encuentra en este amigo poseído de un dios. Y cuando pasa el
tiempo en este trato e intimidad, a más de los contactos en los gimnasios y en
otros lugares de reunión, el manantial de aquella corriente que Zeus cuando
amaba a Ganímedes llamó 'ola de deseo', corriendo a raudales hacia el
enamorado, en parte desciende a él y, en parte, cuando éste está completamente
lleno, desborda hacia fuera, y como el aliento o el eco que de los objetos
lisos y resistentes saltan de nuevo al punto de donde partieron, así la
corriente de la hermosura, pasando a través de los ojos, vuelve de nuevo al
hermoso; y cuando, por ese camino, que es el que naturalmente la conduce al
alma, ha llegado a ella y la ha llenado, reanima los orificios de las plumas,
da impulso al nacimiento de éstas y llena de amor a su vez el alma del
amado".
"Está, pues, enamorado, pero no
comprende de qué; y ni sabe lo que le ocurre ni puede explicarlo, sino que,
como el que coge de otro una oftalmía, no puede alegar ninguna razón, y no se
da cuenta de que, como en un espejo, se ve a sí mismo en su amante; siempre que
aquel está presente, deja, como él, de sufrir, y cuando está ausente, del mismo
modo también, lo echa de menos y es echado de menos, teniendo así un
contra-amor que es la imagen del amor. Él lo llama y lo cree, no amor, sino
amistad, y desea, de un modo semejante que aquel, pero más débilmente, ver,
tocar, besar al otro y acostarse con él. Y ,ciertamente, es muy probable que en
estas condiciones, se siga pronto lo demás; porque, cuando están acostados
juntos, el caballo indisciplinado del amante tiene algo que decir al auriga y
considera que, a cambio de sus muchas fatigas, ha sacado poco provecho; y por
su parte, el del amado no tiene nada que decir, pero hinchado de deseo y no
entendiendo su situación, abraza al amante y lo besa, como quien demuestra su
afecto a uno que lo quiere bien, y siempre que están acostados es capaz de no
rehusar, por la parte que le toca, sus favores al amante, si éste le pidiera
obtenerlos; su compañero de yugo y el auriga se resisten a esto con su razón y
pudor."
"Así, pues, si es una vida
ordenada y a la filosofía a lo que los conduce la victoria de lo mejor que hay
en el alma, pasan esta vida en la dicha y en la armonía, puesto que, gracias a
su dominio de sí mismos y su moderación, han sometido a lo que producía su virtud.
Y así, cuando han llegado al fin de sus vidas, sostenidos ya por alas y
ligeros, de las tres luchas atléticas de esta justa verdaderamente olímpica,
han vencido en la primera, y ni la sabiduría humana ni la locura divina pueden
conceder al hombre mayor bien. Si por el contrario, llevan una vida más
grosera, sin amor a la filosofía, sino a los honores de este mundo, es fácil
que en la embriaguez o en cualquier otro momento de descuido los caballos
indisciplinados de ambos, cogiendo a las almas desprevenidas y coaligándose
para el mismo fin, opten por el partido que para el vulgo ofrece más felicidad
y consumen la cosa. Una vez consumada, vuelven a lo mismo en lo sucesivo, pero
rara vez, porque cuando obran así no lo hacen con la aprobación de toda su mente.
Amigos, sin duda, también lo son éstos, pero menos que aquéllos; viven el uno
para el otro, tanto mientras dura el amor como cuando han salido de él,
considerando que se han dado mutuamente y recibido el uno del otro las mayores
fianzas, a las que no es lícito faltar convirtiéndose una vez en enemigos. Y al
fin, sin alas, pero no sin haberse esforzado por adquirirlas, abandonan sus
cuerpos. En consecuencia, no es pequeño el premio que obtienen de su locura
amorosa; porque no es a las tinieblas ni al viaje subterráneo adonde la ley
ordena que vayan los que ya han comenzado el viaje infraceleste, sino que
llevando una vida resplandeciente, viajen felices en mutua compañía, y llegado
el momento, lleguen ellas a tener alas en virtud de su amor. Tan grandes son ,
niño, y tan divinos los dones que te ofrecerá la amistad de un enamorado. En
cambio, el trato de uno que no ame, trato mezclado de prudencia mortal y que se
entrega a una economía mortal, produciendo en el alma amiga una ruindad que las
masas alaban como un mérito, la hará rodar nueve mil años alrededor de la
tierra y debajo de la tierra, en un estado irracional." (255a)
Sócrates ha intentado aquí explicar
la verdadera naturaleza de Eros que en este texto comienza y termina con la
relación amorosa entre individuos. El Eros, en definitiva, se sostiene en la
captación de la Ideas eternas y se despierta por la visión de la belleza
masculina, teniendo como objetivo como meta conducir también al amado hasta la
intelección de la belleza y la verdad.
En síntesis, tanto en el Fedro como
en el Banquete -a pesar de sus desarrollos diferentes- hallamos los tres mismos
tipos de amantes. El más bajo de ellos corresponde a quienes están poseídos por
la pasión meramente física y egoísta. Un poco más arriba está el amante
moderado que al no ser un filósofo verdadero termina complaciendo su impulso
sexual, aunque al menos racionalmente. Y ello debido a que su autocontrol es
defectuoso. Se trata, en verdad, de un estado intermedio y que es positivo en
la medida que prepara para la vida filosófica.
En la cima de esta escala de amantes
se halla el auténtico filósofo, quien está más allá de toda servidumbre a lo
sexual. Aquí los amantes pertenecen al mismo sexo y su meta no es otra que la
inspiración recíproca en la investigación de la verdad y del bien. Y aunque
este amor tiene un fundamento en el instinto sexual, los amantes han tenido la
fuerza y la sabiduría para sublimarlo en una pasión por el estudio en común.
Éste es, también, el verdadero significado del "amor platónico" del
que tan imprecisamente se habla.
Desde la perspectiva de la evolución
espiritual la sabiduría de Platón acerca del amor tiene méritos indiscutibles
que es innecesario recalcar, porque están a la vista. Sin embargo, su sabiduría
también adolece de errores demasiado importantes como para no considerarlos en
esta síntesis. Por ejemplo, su concepto del amor está claramente fundado en una
atracción de tipo homosexual, aunque esto tenga como atenuante que el amor
platónico es en esencia una unión mental. Recordemos, además, que para este
filósofo las más altas manifestaciones del amor y del afecto se dan sólo entre
hombres. Con esto Platón simplemente expresaba el sentir normal de sus
contemporáneos, para quienes la mujer era un mero ser físico, sin cualidades
psíquicas que la hicieran dignas del amor del hombre. Por esto mismo en la
Grecia de Platón, el matrimonio no podía ser más que una unión orientada a la
satisfacción de las necesidades físicas y a la procreación de los hijos.
Platón, en verdad, no va más allá de
la cultura de su tiempo al no darle ningún lugar al amor, a la amistad, al
compañerismo entre hombres y mujeres. En definitiva, Platón vio en el amor una
fuerza irracional y en esa medida un valor que está por debajo de la esfera de
la razón. No conoció, por tanto, este filósofo,el verdadero Amor que está más
allá de lo irracional y de lo racional.